martes, 20 de octubre de 2009

La gripe venenosa


Alcohol en gel, barbijo y Tamiflu. Pasamos meses hablando de lo mismo. Lo aprendimos todo: nos cubrimos la boca con el brazo si tosemos o estornudamos, nos “alcoholizamos” las manos mientras estamos en la calle, las lavamos con agua y jabón apenas entramos a casa, evitamos lugares públicos muy concurridos, ventilamos bien los ambientes que habitamos y suspendemos los besos, a menos de que resulten sumamente necesarios.
Es que la pandemia de Gripe A, o Influenza H1N1 (prohibido llamarla Gripe Porcina), nos agarró en pleno invierno y realmente metió miedo. Según un informe del Ministerio de Salud de la Nación, desde el 17 de mayo al 3 de octubre, en el país se notificaron 1.663.433 casos, se confirmaron 9.119, y murieron 580 personas.
Argentina es el tercer país del mundo que más muertos tuvo por la enfermedad, después de Brasil y Estados Unidos. Probablemente se deba a que aquí se postergó la declaración de la emergencia sanitaria hasta después de haberse realizado las elecciones legislativas, celebradas a fines de junio.
Una de las particularidades que mostró la Gripe A fue que ingresó por las clases más acomodadas. A diferencia de otras enfermedades que hacen blanco en la pobreza, esta influenza encontró sus primeros ecos en importantes colegios de San Isidro y Pilar, cuyos estudiantes suelen ir de paseo a países de América del Norte, justamente los países que fueron foco de contagio para gran parte del planeta.
En Argentina parece que lo peor ya pasó. Las últimas cifras reveladas indican que la curva de enfermos declinó drásticamente con respecto a mediados de junio, aunque siguen surgiendo casos confirmados y nuevas muertes. El tema ya no es noticia, Crónica TV quitó su implacable contador de muertos por la Gripe A y todos dejamos de mirarnos como terroristas si nos toca estornudar en el subte o el colectivo.
Ahora se acercan el verano y el Dengue. Habrá que ver qué pasa el invierno que viene.

lunes, 19 de octubre de 2009

Pican, pican los mosquitos…


Allá por enero, recién comenzado el año, en medio del calor del verano, como ocurre siempre en esa época,los mosquitos sobrevolaban nuestras cabezas, molestos, no nos dejaban dormir y nos producían antiestéticas ronchas. Pero este 2009 trajo una desagradable sorpresa: la epidemia de dengue.
Que si el mosquito tiene cuerpo negro con rayas blancas, tené cuidado; que si te pica y viene del norte, preocupate; que si te levanta fiebre salí corriendo al médico. Así, los argentinos vivimos un verano (y otoño) más que complicado en relación al dengue.
La epidemia comenzó en Bolivia, se dispersó hacia Paraguay y llegó a nuestro país. Primero se manifestó a través de casos “importados” (turistas o viajeros que volvían infectados de esos países), luego se conocieron enfermos autóctonos (personas contagiadas dentro de la Argentina) y, finalmente, se expandió por casi todas las provincias, con foco principal en el Chaco (donde se registraron dos muertes), Catamarca (un muerto) y Salta (dos muertos).
De esta manera, nos familiarizamos con el Aedes aegypti (el mosquito transmisor de la infección) y conjugamos verbos que hasta ese momento pasaban desapercibidos, como “descacharrizar” (que consiste en tirar todas todos los recipientes que pueden juntar agua para evitar que allí se críe la larva del insecto). La psicosis llegó a Capital Federal y el Gran Buenos Aires, donde más de uno decidió pasar sus vacaciones en algún centro de salud, sólo por precaución (los casos “sospechosos” fueron la vedette de la temporada).
Mientras los mosquitos nos invadían y la por entonces Ministra de Salud de la Nación, Graciela Ocaña, decía que se estaban realizando acciones contra el dengue, los especialistas afirmaban que la batalla estaba perdida. Ahora que se acerca el calor, ¿No sería bueno empezar a prevenir y no tener que después curar?
Por las dudas, ya tenemos el repelente en la mano…

Desastres naturales, responsabilidades humanas


Que el invierno nos sorprenda con temperaturas que rondan los 30ºC durante el día, y pasada la noche amanezcamos con grados bajo cero, ya no es noticia. La amplitud térmica en los últimos tiempos se está haciendo más acentuada y esto es notable, ya que algunos días salimos emponchados con ropas de todo tipo, y otros no sabemos qué sacarnos para no sentirnos sofocados por el calor húmedo de la ciudad.
Sí, sí, “el tiempo está loco”, y se está volviendo un factor incontrolable para la humanidad. El alud en Tartagal, Salta, el pasado 9 de febrero; el tornado que azotó la localidad de San Pedro, Misiones, la noche del 7 de septiembre, y los tsunamis, terremotos y desastres naturales que suceden en todas partes del mundo, son claros ejemplos de las consecuencias del cambio climático que se está viviendo.
En Tartagal, las lluvias torrenciales generaron un alud de lodo que arrojó un saldo de tres muertos, más de mil evacuados, casas, puentes y vehículos arrasados. La deforestación indiscriminada en la zona habría sido una de las causas del desastre.
Por el lado de Misiones, en San Pedro, vientos de entre 150 y 200 kilómetros por hora provocaron la muerte de 11 personas (en su mayoría niños), más de 500 evacuados, viviendas destruidas, árboles caídos y obstrucción de caminos. Luego de la tragedia, se apilaron las denuncias de que la ayuda oficial prometida “quedó por el camino” (las mismas quejas se oyeron en Tartagal), al tiempo que los pobladores tenían que sacar agua de pozos contaminados.
Lo que nos queda, como simples habitantes de este planeta, es tomar conciencia de la crisis ambiental, que en buena parte nosotros generamos, y actuar en consecuencia. El porvenir de la Tierra está en nuestras manos, por eso, si nos unimos Gobiernos, industrias y poblaciones de todo el mundo y establecemos una gestión más responsable de los recursos, dejaremos una huella ecológica menos impactante y garantizaremos una mejora en nuestra calidad de vida y en la de las generaciones futuras.

¿Maradoooo, maradoooo..?


Se acabó el sufrimiento, la noche del miércoles 14 de octubre el país se paralizó para ver a la Selección Argentina ganándole a Uruguay en Montevideo, decretando la tan esperada clasificación al Mundial de Sudáfrica 2010. Sí, en la última fecha de las eliminatorias pudimos al fin alegrarnos, liberar la angustia sostenida y ya pensar en esperar con optimismo por una mejor campaña para el mundial, que se jugará en junio del año próximo.
Luego de las últimas derrotas de la Selección, comenzaron a surgir diversas opiniones respecto del director técnico, Diego Maradona, y de las grandes figuras que integran el equipo. Los medios hablaron de una supuesta renuncia del D.T., de una pelea con Carlos Bilardo, y cuestionaron también que jugadores reconocidos por su categoría a nivel internacional, pasaran totalmente desapercibidos por el equipo nacional (Lionel Messi es el caso paradigmático, y hasta ahora, inexplicable).
Las últimas declaraciones del “Diez” no hicieron más que empeorar la situación, ya que la prensa se montó en armas en su contra y lo criticó (a veces con razón) y defenestró en diarios, radios y programas de TV. Así, fueron noticia las encuestas realizadas a personas en la calle, como también a niños que salían del colegio, acerca de lo que pensaban de las tan célebres como groseras frases de Maradona.
Una vez más, fuimos invadidos con informaciones, en muchos casos absurdas, sobre esta nueva guerra que se instaló entre Diego y la prensa argentina. Sin embargo, a no quejarse; los partidos de la Argentina fueron la mejor excusa para el encuentro con amigos, para hacer el asadito del sábado por la noche y transformarnos, todos y cada uno de los millones de habitantes de este país, en Directores Técnicos durante 90 minutos.
Ahora, nos resta dejar de criticar lo pasado, aprender de los errores y corregirlos y, sobretodo, confiar en la “mano de Dios”, ¿Qué otra nos queda?

Fútbol para todos


Como siempre, como nunca, la pelota vuelve a rodar sobre el verde césped bajo la mirada expectante de todo un país futbolero. Y cuando decimos “todo”, nos referimos a que, desde agosto, cualquier hijo de vecino puede ver desde su casa, bebida en mano y arrellanado en su butaca preferencial, el partido a disputar por el equipo de sus amores.
Ya no hay que trasladarse a los bares de la zona horas antes del inicio del clásico de la fecha, ni abonar las abusivas tarifas del famoso “consumo mínimo” por persona para ver el juego, o soportar las inclemencias del tiempo con la nariz pegada a los cristales de alguna tienda de televisores. Y, por si fuera poco, nunca más vamos a esperar a la bendita noche del domingo para disfrutar de los goles de nuestros héroes; por el contrario, nos vamos a cansar de verlos una y otra vez en todos los canales. Sí señores, 2009 quedará en los anales de la historia como el año en el que el fútbol televisado pasó de ser el lujo de unos pocos, a situarse en la retina incrédula de las mayorías.
La buena nueva comenzó a gestarse el 11 de agosto, cuando la Asociación del Fútbol Argentino anunció oficialmente la ruptura del contrato con la empresa que hasta entonces tenía los derechos de televisación del fútbol, Televisión Satelital Codificada (TSC), poniendo fin a un vínculo que se remontaba al año 1987. El principal argumento esgrimido por la Asociación del Fútbol Argentino (AFA), fue el incumplimiento de cláusulas contractuales por parte de TSC. Ni lerdo ni perezoso, el poder ejecutivo, con Cristina Fernández de Kirchner a la cabeza, le deslizó una oferta de 600 millones de pesos anuales por los derechos de televisación al presidente de la Asociación, Julio Grondona, quien, en ese entonces ya libre de cualquier atadura, aceptó gustoso la oferta propuesta y el acuerdo quedó sellado pomposamente en el predio que la AFA posee en Ezeiza, con la presencia de la Presidenta y del seleccionador nacional, Diego Maradona.
Así fue que un 21 de agosto, a las 18.50, la pelota rodó nuevamente sobre el verde césped, como siempre, como nunca, en el día en el que el fútbol volvió a ser para todos.